Si yo te odiara , mi odio te daría
en las palabras rotundo y seguro,
¡pero te amo y mí amor no se confía!
¡A este hablar de los hombres, tan oscuro!
Tú lo quisieras vuelto un alarido,
y viene de tan hondo que ha desecho
su quemante raudal, desfallecido,
antes de la garganta, antes del pecho.
Estoy lo mismo que estanque colmado
y te pareció un surtidor inerte.
¡todo por mi callar atribulado que
es más atroz que el entrar en la muerte!
Francisca Pacheco
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